• Evitar el futuro deterioro de los recursos.
Muchos territorios son afortunados en la medida en que sus recursos han conseguido escapar, de momento, a las presiones del desarrollo. Pero no conviene dormirse en los laureles y confiarse.
Tengamos en cuenta que, por ejemplo, los recursos vinculados al desarrollo industrial son de tamaño muy considerable, muy costosos de mantener y reutilizar, y de un relativo valor arquitectónico. Sin embargo, su mantenimiento resulta crucial como parte sustancial de nuestra historia, de nuestro patrimonio cultural.
Como primera medida, deberían ser protegidos, incluso vinculándolos a algún tipo de medida de preservación legal, con el objeto de detener su posible deterioro.
Pero todo esto en absoluto resulta suficiente, pues hay que ir mucho más allá; pensar qué hacer con estos edificios, cómo reutilizarlos de una forma imaginativa. Más, tampoco esto resulta suficiente: debemos recordar que hay que interpretarlos y ponerlos al servicio de una estructura más general, del guión de una historia.
• Para conseguir estos objetivos es imprescindible atraer la conciencia pública.
Normalmente, los recursos patrimoniales no están “instalados” en la conciencia colectiva; de ahí la escasa atención que despiertan y la vaga idea de los peligros que los amenazan; de ahí la necesidad imperiosa de divulgar sus valores, en un intento de atraer la atención hacia arriba (administraciones), pero también hacia abajo (residentes y usuarios).
Únicamente si se atrae dicha atención, aparecerán políticas, programas e inversiones destinadas a la preservación. Pero ¿cómo lograrlo...? Trabajando desde la base, desde esfuerzos locales: elaborando informes; recogiendo documentación antes de que se pierda la memoria; mediante campañas de educación, programas de divulgación y celebración de eventos singulares.
Administración, empresas y organizaciones sin ánimo de lucro pueden colaborar impulsando estudios; pero conviene pasar de una actitud de mera preservación a una propuesta de intervención, de valorización y reutilización, con el objeto de poner los recursos al servicio del impulso económico de una región.
En última instancia, la concienciación es consecuencia del conocimiento, de la educación para apreciar los valores de nuestra cultura.
• Proyectar y gestionar una imagen coherente y memorable
En la medida en que funcionamos a partir de percepciones, debemos dotar a nuestros paisajes culturales de una imagen clara y fácilmente recordable. Destacamos la importancia de un logotipo en una cultura que concede una importancia tan capital a la imagen.
Hemos podido verificar que las iniciativas más exitosas son las que han contado con una imagen más clara. En ellas, sus promotores consiguieron vincular, con buenos resultados, la imagen del ámbito con el impulso de su desarrollo económico. Empezaron simplemente mostrando, describiendo, estructurando e interpretando una serie de recursos, modificando la imagen que se tenía de aquel territorio.
Con ello, éste ganó en significación cultural y en capacidad de promoción económica. Aquellas áreas, antaño deterioradas, aquellos restos de un esplendor pasado, fueron promocionadas como escaparates de una historia que ahora se muestra con orgullo. Muchos de estos ejemplos ponen de manifiesto una vez más la importancia del reconocimiento oficial.
• Desarrollar una infraestructura de información territorial.
Normalmente, no existe sobre el territorio toda la infraestructura necesaria para rentabilizar los esfuerzos de estructuración e interpretación del patrimonio. Además, en el desarrollo de un parque patrimonial, habrá que asegurar servicios bien diversos: de transporte, alojamiento, gastronomía, comercio, ocio, etcétera.
Sin embargo, lo que resulta fundamental es impulsar una infraestructura de comunicación, de información, que dé soporte a la historia que se pretende transmitir: museos, centros de visitantes, boletines, revistas, paneles, páginas-web y todo tipo de elementos de información.
De hecho, volvemos al punto clave: la información añadida al lugar es la característica fundamental de los nuevos espacios narrativos, de los paisajes culturales. Para terminar, si tuviera que resumir de manera muy esquemática las conclusiones básicas de nuestros estudios, diría que:
• Los paisajes y el turismo cultural están adquiriendo una importancia creciente en un nuevo desarrollo económico regional de base local.
• En todas las experiencias, las iniciativas y actores de base juegan un cometido muy relevante. Cuantos más agentes locales implicados, mayores posibilidades de éxito de la iniciativa. Lo importante en el inicio de los proyectos es reforzar la autoestima de los residentes; los visitantes, museos e inversiones ya vendrán después. En cambio, sin base local, sin la iniciativa de los mejores conocedores de un ámbito, no hay garantías de triunfo.
• Interpretado y estructurado de manera global, el conjunto de los recursos patrimoniales supera con mucho la suma de las partes.
• Finalmente, la conclusión más importante: pese a que la mayor parte de los planes de ordenación del siglo XX hicieron hincapié en la dinámica poblacional y en el desarrollo industrial, hoy estamos asistiendo a la aparición de un nuevo paradigma. Seguramente, en el siglo XXI las propuestas de ordenación territorial de mayor interés estarán basadas en un nuevo binomio: naturaleza y cultura. Naturaleza y cultura como partes de un concepto único: el patrimonio.
Muchos territorios son afortunados en la medida en que sus recursos han conseguido escapar, de momento, a las presiones del desarrollo. Pero no conviene dormirse en los laureles y confiarse.
Tengamos en cuenta que, por ejemplo, los recursos vinculados al desarrollo industrial son de tamaño muy considerable, muy costosos de mantener y reutilizar, y de un relativo valor arquitectónico. Sin embargo, su mantenimiento resulta crucial como parte sustancial de nuestra historia, de nuestro patrimonio cultural.
Como primera medida, deberían ser protegidos, incluso vinculándolos a algún tipo de medida de preservación legal, con el objeto de detener su posible deterioro.
Pero todo esto en absoluto resulta suficiente, pues hay que ir mucho más allá; pensar qué hacer con estos edificios, cómo reutilizarlos de una forma imaginativa. Más, tampoco esto resulta suficiente: debemos recordar que hay que interpretarlos y ponerlos al servicio de una estructura más general, del guión de una historia.
• Para conseguir estos objetivos es imprescindible atraer la conciencia pública.
Normalmente, los recursos patrimoniales no están “instalados” en la conciencia colectiva; de ahí la escasa atención que despiertan y la vaga idea de los peligros que los amenazan; de ahí la necesidad imperiosa de divulgar sus valores, en un intento de atraer la atención hacia arriba (administraciones), pero también hacia abajo (residentes y usuarios).
Únicamente si se atrae dicha atención, aparecerán políticas, programas e inversiones destinadas a la preservación. Pero ¿cómo lograrlo...? Trabajando desde la base, desde esfuerzos locales: elaborando informes; recogiendo documentación antes de que se pierda la memoria; mediante campañas de educación, programas de divulgación y celebración de eventos singulares.
Administración, empresas y organizaciones sin ánimo de lucro pueden colaborar impulsando estudios; pero conviene pasar de una actitud de mera preservación a una propuesta de intervención, de valorización y reutilización, con el objeto de poner los recursos al servicio del impulso económico de una región.
En última instancia, la concienciación es consecuencia del conocimiento, de la educación para apreciar los valores de nuestra cultura.
• Proyectar y gestionar una imagen coherente y memorable
En la medida en que funcionamos a partir de percepciones, debemos dotar a nuestros paisajes culturales de una imagen clara y fácilmente recordable. Destacamos la importancia de un logotipo en una cultura que concede una importancia tan capital a la imagen.
Hemos podido verificar que las iniciativas más exitosas son las que han contado con una imagen más clara. En ellas, sus promotores consiguieron vincular, con buenos resultados, la imagen del ámbito con el impulso de su desarrollo económico. Empezaron simplemente mostrando, describiendo, estructurando e interpretando una serie de recursos, modificando la imagen que se tenía de aquel territorio.
Con ello, éste ganó en significación cultural y en capacidad de promoción económica. Aquellas áreas, antaño deterioradas, aquellos restos de un esplendor pasado, fueron promocionadas como escaparates de una historia que ahora se muestra con orgullo. Muchos de estos ejemplos ponen de manifiesto una vez más la importancia del reconocimiento oficial.
• Desarrollar una infraestructura de información territorial.
Normalmente, no existe sobre el territorio toda la infraestructura necesaria para rentabilizar los esfuerzos de estructuración e interpretación del patrimonio. Además, en el desarrollo de un parque patrimonial, habrá que asegurar servicios bien diversos: de transporte, alojamiento, gastronomía, comercio, ocio, etcétera.
Sin embargo, lo que resulta fundamental es impulsar una infraestructura de comunicación, de información, que dé soporte a la historia que se pretende transmitir: museos, centros de visitantes, boletines, revistas, paneles, páginas-web y todo tipo de elementos de información.
De hecho, volvemos al punto clave: la información añadida al lugar es la característica fundamental de los nuevos espacios narrativos, de los paisajes culturales. Para terminar, si tuviera que resumir de manera muy esquemática las conclusiones básicas de nuestros estudios, diría que:
• Los paisajes y el turismo cultural están adquiriendo una importancia creciente en un nuevo desarrollo económico regional de base local.
• En todas las experiencias, las iniciativas y actores de base juegan un cometido muy relevante. Cuantos más agentes locales implicados, mayores posibilidades de éxito de la iniciativa. Lo importante en el inicio de los proyectos es reforzar la autoestima de los residentes; los visitantes, museos e inversiones ya vendrán después. En cambio, sin base local, sin la iniciativa de los mejores conocedores de un ámbito, no hay garantías de triunfo.
• Interpretado y estructurado de manera global, el conjunto de los recursos patrimoniales supera con mucho la suma de las partes.
• Finalmente, la conclusión más importante: pese a que la mayor parte de los planes de ordenación del siglo XX hicieron hincapié en la dinámica poblacional y en el desarrollo industrial, hoy estamos asistiendo a la aparición de un nuevo paradigma. Seguramente, en el siglo XXI las propuestas de ordenación territorial de mayor interés estarán basadas en un nuevo binomio: naturaleza y cultura. Naturaleza y cultura como partes de un concepto único: el patrimonio.