En el debate actual sobre la planificación territorial, destaca una nueva generación de planes de impulso regional basados en el reconocimiento de lo que algunos autores denominan “el armazón cultural del territorio”, entendiendo éste en su más amplia acepción, como patrimonio natural y construido, los que definen al paisaje cultural.
Los síntomas de aparente debilidad de tantos escenarios en crisis pueden ocultar las claves de su futura transformación. Las muestras de decadencia, los vestigios de un esplendor pasado (fábricas cerradas, puentes abandonados, ríos contaminados, silo, galpones, estaciones, lagunas, etc.), pueden ser vistos como una condena, o bien entenderse como fortalezas, como activos para construir un nuevo futuro, como recursos para ser revalorizados y estructurados en aras a conformar una base adecuada de desarrollo.
Frente a una nueva e imposible industrialización, a la opción de un turismo de masas, o a la abusiva implantación de parques temáticos, la apuesta por revalorizar los recursos patrimoniales propios puede suponer un modelo económicamente más viable, ambientalmente más sostenible y atento a la identidad de cada territorio y socialmente más justo.
La aparición de numerosos planes de parques patrimoniales de carácter cultural (industriales, agrarios, mineros, arqueológicos) o natural (fluviales) encierra, por otra parte, un potencial de renovación de los métodos e instrumentos de intervención.
Existen algunas premisas básicas a tener en cuenta que se repiten en la mayoría de los casos: identificar los recursos de mayor interés y ofrecer una interpretación estructurada y atractiva de los mismos; narrar una historia, capaz de atraer visitas e inversiones, de descubrir oportunidades de actividad y áreas de proyecto, de situar el territorio en condiciones de iniciar un nuevo impulso de desarrollo económico.
Por medio de todas estas iniciativas se trata de cohesionar los recursos culturales a partir de una idea fuerza territorial; de dotar de estructura, de verificarla desde ensayos propósitos; de construir una hipótesis de interpretación de un episodio relevante, y de adelantar criterios para la ordenación de un territorio, a fin de llevar a cabo una gestión coherente de aquellos recursos.
En esencia, se trata de atraer actividades; de fomentar particularmente un turismo cultural, respetuoso con los valores de aquel territorio, y por encima de todo, de reforzar la autoestima de sus residentes.
Para el desarrollo de este texto se ha tenido como referencia el trabajo.
Paisajes culturales. El patrimonio como recurso básico para un nuevo modelo de desarrollo.
Joaquín Sabaté Bel
Los síntomas de aparente debilidad de tantos escenarios en crisis pueden ocultar las claves de su futura transformación. Las muestras de decadencia, los vestigios de un esplendor pasado (fábricas cerradas, puentes abandonados, ríos contaminados, silo, galpones, estaciones, lagunas, etc.), pueden ser vistos como una condena, o bien entenderse como fortalezas, como activos para construir un nuevo futuro, como recursos para ser revalorizados y estructurados en aras a conformar una base adecuada de desarrollo.
Frente a una nueva e imposible industrialización, a la opción de un turismo de masas, o a la abusiva implantación de parques temáticos, la apuesta por revalorizar los recursos patrimoniales propios puede suponer un modelo económicamente más viable, ambientalmente más sostenible y atento a la identidad de cada territorio y socialmente más justo.
La aparición de numerosos planes de parques patrimoniales de carácter cultural (industriales, agrarios, mineros, arqueológicos) o natural (fluviales) encierra, por otra parte, un potencial de renovación de los métodos e instrumentos de intervención.
Existen algunas premisas básicas a tener en cuenta que se repiten en la mayoría de los casos: identificar los recursos de mayor interés y ofrecer una interpretación estructurada y atractiva de los mismos; narrar una historia, capaz de atraer visitas e inversiones, de descubrir oportunidades de actividad y áreas de proyecto, de situar el territorio en condiciones de iniciar un nuevo impulso de desarrollo económico.
Por medio de todas estas iniciativas se trata de cohesionar los recursos culturales a partir de una idea fuerza territorial; de dotar de estructura, de verificarla desde ensayos propósitos; de construir una hipótesis de interpretación de un episodio relevante, y de adelantar criterios para la ordenación de un territorio, a fin de llevar a cabo una gestión coherente de aquellos recursos.
En esencia, se trata de atraer actividades; de fomentar particularmente un turismo cultural, respetuoso con los valores de aquel territorio, y por encima de todo, de reforzar la autoestima de sus residentes.
Para el desarrollo de este texto se ha tenido como referencia el trabajo.
Paisajes culturales. El patrimonio como recurso básico para un nuevo modelo de desarrollo.
Joaquín Sabaté Bel